Ayer recordé cuando estudiaba cuarto año de secundaria y un profesor, que influyó mucho en mi forma de pensar y ver la vida, se sentó un día y nos narró la siguiente fábula:
Un pollito huía de un gato que se lo quería comer, en cierto momento el pollito fue a parar justo debajo de una vaca que pastaba tranquilamente. La vaca, percatándose de la situación, defecó sobre el pollito cubriéndolo por completo de caca. Pero justo cuando el gato estaba a punto de desistir en su búsqueda, el pollito sacó su cabeza y soltó un "pio". En seguida, el gato lo tomó con sus garras, y luego de sumergirlo en el estanque para limpiarlo, procedió a comerse al pollito.
Fin
Luego de semejante relato, tenía que venir la moraleja. Pues bien, en este caso, tenemos tres:
1.- No siempre quien te llena de caca es tu enemigo.
2.- No siempre quien te saca de la caca es tu amigo.
3.- Cuando te veas lleno de caca hasta el cuello, no digas ni "pio".
A medida que me hago mayor, entiendo con mayor claridad las palabras de ese buen profesor. Quizá no siempre el orgullo nos deje ver más allá de las intenciones de algunas personas, si nos ofenden o regañan es posible que pensemos que sólo lo hacen por molestar o porque nos odian.
Si nos alaban o nos hacen creer que somos lo más importante para ellos, podemos perder el Norte y dejarnos dominar por la vanidad, para luego ver cómo nos devoran lentamente.
Callar las cosas me hace sentir mal, pero quizá en ocasiones sea mejor así, porque es imposible recoger las palabras que echamos al viento.
Supongo que si alguien le prestó suficiente atención a este post, en este momento estará haciendo un conteo mental de cuántas vacas y/o cuántos gatos tiene en su vida.