Nada como una dosis de realidad, para recordar que sólo estamos de paso por este mundo.
Al final, no importará si fuimos buenos o malos (si es lo segundo, nadie dirá nada), porque a la muerte no le interesa.
Lo importante es lo que dejamos en la mente y los corazones de cada uno de nuestros seres queridos, no lo material...
Al final, no importará si fuimos buenos o malos (si es lo segundo, nadie dirá nada), porque a la muerte no le interesa.
Lo importante es lo que dejamos en la mente y los corazones de cada uno de nuestros seres queridos, no lo material...
Plegaria
Dios, no consientas que yo sea el verdugo que desangra a las ovejas, ni una oveja en manos de los verdugos.
Ayúdame a decir siempre la verdad en presencia de los fuertes, y a jamás decir mentiras en presencia de débiles.
Dios mio, si me das la fortuna no me retires la felicidad; si me das la fuerza, no me retires la sensatez; si me fuera dado prosperar, no permites que yo pierda la modestia, conservando solamente el orgullo de la dignidad.
Ayúdame a apreciar el otro lado las cosas, para no acusar a mis adversarios con más severidad a que a mí mismo.
No me dejes ser alcanzado por la ilusión de la gloria cuando triunfe, ni por la desesperación cuando sea derrotado.
Reacuérdame que la experiencia de una caída pueda proporcionar una visión diferente del mundo.
¡Oh Dios! Hazme sentir que el perdón es señal de fuerza, y que la venganza es prueba de debilidad.
Si me retiras la fortuna, déjame la esperanza.
Si me falta la salud, confórtame con la gracia de la fe.
Y cuando me hieran la ingratitud y la incompresión de mis semejantes, crea en mi alma la fuerza de la disculpa y del persón.
Finalmente, Señor, si yo llegara a olvidarte, te ruego que nunca te olvides de mí
Dios, no consientas que yo sea el verdugo que desangra a las ovejas, ni una oveja en manos de los verdugos.
Ayúdame a decir siempre la verdad en presencia de los fuertes, y a jamás decir mentiras en presencia de débiles.
Dios mio, si me das la fortuna no me retires la felicidad; si me das la fuerza, no me retires la sensatez; si me fuera dado prosperar, no permites que yo pierda la modestia, conservando solamente el orgullo de la dignidad.
Ayúdame a apreciar el otro lado las cosas, para no acusar a mis adversarios con más severidad a que a mí mismo.
No me dejes ser alcanzado por la ilusión de la gloria cuando triunfe, ni por la desesperación cuando sea derrotado.
Reacuérdame que la experiencia de una caída pueda proporcionar una visión diferente del mundo.
¡Oh Dios! Hazme sentir que el perdón es señal de fuerza, y que la venganza es prueba de debilidad.
Si me retiras la fortuna, déjame la esperanza.
Si me falta la salud, confórtame con la gracia de la fe.
Y cuando me hieran la ingratitud y la incompresión de mis semejantes, crea en mi alma la fuerza de la disculpa y del persón.
Finalmente, Señor, si yo llegara a olvidarte, te ruego que nunca te olvides de mí
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